24 oct 2012

[.Aquellos días.]


Cuando pienso en esa vida -en aquella, la otra, la que fue- pienso que es difícil haber sido y ya no ser, mis contradicciones están siempre delante de mi, sin embargo, uno no puede ser hipócrita con uno mismo (al menos no para siempre).

Miro al espejo y creo que me reconozco más ahora que antes, ó tal vez acepto más a la chica del reflejo... ¿he cambiado?, sí, he cambiado mucho, aunque aún hoy me avergüenzo de ciertos pasos dados sin tener conciencia de ellos, se que nada puedo hacer, pero a veces esa vida -la otra, la que fue- me rodea como la noche oscura.

No es que esa vida pasada haya sido mala. -no quiero ser malinterpretada- viví en un mundo que amaba, sentí que trascendía, para algo más allá que mi propio beneficio, pero a veces uno vive dentro de un espejismo, así que un día desperté y la vida tal como la concebía se esfumo, los días que siguieron se hicieron pesados, las palabras vacías, los silencios inmensos, los recuerdos tristes, las añoranzas insaciables y el vacío... infinito.

Caí. Y la caída fue inmensa, dolorosa, aguda, uno no piensa que exista un fin o un consuelo para tal fractura... Camine sola en la inmensidad de mi existencia -tan ufana, mortal e insignificante- volví a ser diminuta, pero irónicamente y al mismo tiempo, inmensamente yo. Me separé entonces del mundo, fui a vagar en la lejanía de la vida, recorrí otros mundos, me percaté de la realidad que antes me era oculta y en algún punto comprendí y lloré, lloré por haber dejado ir todo aquello, lloré por no poder ser lo que siempre había querido, lloré por mi y por la que fue, por la que nunca sería... y por la que quedó...

Ahora no lloro más, y no, no siento pesar por todo lo que dejé atrás, finalmente comprendí que era el camino que debía tomar, hacerlo me hizo expandirme; así que me sacudí los pedazos y decidí quedarme con las cosas buenas, con ciertos momentos y las cosas aprendidas, pues sé que ya no soy lo que fui -para bien o mal, aunque espero haya sido para bien- pero soy lo que soy gracias a aquellos días... 

Aún así, debo confesar que si bien pesar no tengo, la nostalgia de esos días aún invade mi alma, pues antes de la fractura, hubo épocas de infinita luz que iluminaron mi senda y mi ser con una calidez incomprensible y única. Me da nostalgia pensar, también, en la gente que conocí, con la que compartí mucho más que sólo días de verano y de juventud, personas que se extinguieron con el pasar del tiempo, que de una u otra forma me dejaron ir -y a las que yo dejé ir también-, que parecía que estarían ahí -a mi lado- por mucho, mucho tiempo, pero que no resistieron los embates del tiempo, para las que las bifurcaciones en la senda fueron sinónimo de despedidas definitivas....

A pesar de todo, hoy estoy aquí, con mi vida imperfecta, llena -contradictoriamente- de vacíos y de añoranzas, todavía con una infinidad de cosas que no comprendo y ante las cuáles me percibo incrédula (y frágil), pero que sinceramente quiero creer, es por ello que me cuelgo una ramita de esperanza y de fe minúscula en el pecho... para que éstas tengan la oportunidad de renacer en mi cuando llegue el tiempo...

De aquellos días prácticamente no me queda nada, sólo el recuerdo...sin embargo hoy me levanto y miro las luces que se esconden detrás del horizonte, me doy cuenta que los días -de alguna forma- han vuelto a llenarse de diminutos rayos de luz y que esas cosas incomprensibles, comienzan a cobrar sentido.




...a pesar de todo, estoy aquí y respiro...